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Tras las pistas de un órgano poco explorado: el cerebro de las mujeres - Clone - Clone - Clone - Clone - Clone

Susana Carmona es neuróloga del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón de Madrid, España. Es, también, una de las autoras de un estudio que se publicó hace unas semanas en la prestigiosa revista especializada Nature Neuro Science. Fue su portada y abordaba un tema que, para ella, ha permanecido inexplorado por mucho tiempo: el cerebro de las mujeres.

Juan Camilo Fonseca Cortés
17 de marzo de 2024 - 09:07 p. m.

“En conversaciones que tienes con tus amigas, todas hablan de lo que les sucede a nivel mental y corporal cuando menstrúan o están embarazadas. Es muy profundo y afecta los cimientos de lo que somos como personas, pero hace años no existía información científica al respecto. El cerebro de las mujeres continúa siendo un misterio. No fue estudiado durante décadas y, ahora, algunas de nosotras lo estamos haciendo”, dice.

En su investigación intenta responder algunas de las preguntas en las que ha trabajado desde hace casi una década: ¿cuáles son los cambios que se dan en el cerebro durante período de gestación? ¿Cuáles el parto y luego de dar a luz?

El interés de Carmona por este tema comenzó mientras hacía investigación con tres amigas en un laboratorio de Barcelona. Cuando una de ellas quiso quedar embarazada, todas se hicieron preguntas sobre lo que le pasaría a su cuerpo. “Leíamos esto o aquello para informarnos y ayudarle, pero no había mucha evidencia científica. Nos pareció injusto que una experiencia que nos afecta tanto estuviera tan inexplorada”, cuenta desde su oficina en el centro de Madrid.

A partir de entonces, las tres siguieron interesadas en este asunto y lo abordaron desde sus propias líneas de investigación. Carmona, por ejemplo, se enfocó en explorar qué ocurre en el cerebro de las mujeres durante la gestación, y, por eso, en 2018, fundó el laboratorio NeuroMaternal en Madrid, España, que pretende ayudar a responder otras dudas como si se puede relacionar o no la ansiedad con el postparto.

En el estudio que publicó ella y su equipo en Nature NeuroScience muestran que hay cambios en el cerebro que suceden, primero, en el embarazo y, luego, en el parto y posparto. Para comprobarlo, tomaron imágenes del cerebro de 144 mujeres embarazadas y no embarazadas: en las primeras, las imágenes fueron capturadas durante el tercer trimestre de gestación y el primer mes posparto. Luego, al compararlas con las segundas, encontraron que muchas regiones de la corteza cerebral de las mujeres con posparto tenían reducciones significativas de materia gris, uno de los componentes claves del sistema nervioso central junto a la materia blanca.

Para explicarlo de manera sencilla, la materia gris es la capa más externa de la corteza cerebral que es responsable de grandes funciones, como el control muscular y la percepción sensorial. La materia blanca, por su parte, facilita la transmisión de información entre las células nerviosas. Viktoriya Babenko, doctora en psicofisiología e investigadora en la compañía Biopac, -quien también publicó un estudio sobre cómo afecta la menstruación al cerebro de las mujeres-, hace una comparación: “podemos imaginar que la sustancia blanca es la autopista por la que se moviliza la información de la sustancia gris. Ambas están presentes en todo el cerebro”.

Muchas preguntas por responder

Cuando el equipo de Carmona comparó las imágenes que tomaron de las mujeres durante el embarazo y después de dar a luz, vieron que, mientras algunas regiones del cerebro recuperaban el nivel de materia gris, otras no.

Luego, en un análisis secundario, dividieron a las madres según el tipo de parto que habían tenido, y aquellas con cesárea de emergencia o parto vaginal presentaron menores cambios que aquellas con cesárea programada, lo que hizo a los investigadores concluir que el tipo de parto influye en la neuroplasticidad del cerebro, que es la capacidad que tiene ese órgano para aprender cosas nuevas y adaptarse a diversos ambientes.

Por ejemplo, Carmona explica que durante periodos de la vida, como la adolescencia y el embarazo, hay mayor plasticidad cerebral porque el aprendizaje y la adaptación debe ser mucho mayor. “Pero es en la gestación cuando tenemos más niveles hormonales”, dice. “Además, todas las hormonas que se liberan por la placenta también modifican el cerebro, entonces la pregunta debería ser al revés: ¿cómo no va a modificar el embarazo el cerebro, si hasta cambia el tamaño de los pies y la coloración de la piel de las madres?”.

Las investigadoras también encontraron que, mientras más estresadas estaban las mujeres durante su embarazo, peor era su experiencia dando a luz. Así solían aparecer síntomas de depresión y ansiedad en el posparto, e incluso la vinculación con el bebé tendía a ser peor.

Sin embargo, Carmona es enfática al decir que hay que tener mucha cautela a la hora de interpretar esos resultados. “Confirmamos que los cambios ocurren durante el embarazo y que el tipo de parto también influye, pero no podemos sacar conclusiones certeras sobre lo que eso implica, por ejemplo, para la depresión y ansiedad posparto, que son trastornos que dependen de múltiples factores”, explica.

Además, en palabras de Carmona, los cambios en el cerebro pueden significar muchas cosas: no se puede afirmar que las reducciones de materia gris sean algo malo, porque los investigadores encontraron que, mientras más modificaciones hay en el cerebro, más puntúan las madres en cuanto a un mejor vínculo con su bebé. “Pero no podemos decir que esto es causa y efecto, sino una mera correlación, porque en los seres humanos hay otros factores que afectan ese vínculo, como aspectos socio-culturales y emocionales”, dice Carmona.

¿Qué pasa en el cerebro durante la menstruación?

En lo que coinciden Carmona y otras investigadoras es que hacen falta más estudios que indaguen la manera en que se expresan algunos comportamientos en el cerebro de las mujeres. “Hace falta investigar muchísimos cambios que tienen que ver con los picos hormonales que vivimos”, dice

Elizabeth Rizor y Viktoriya Babenko, científicas de la Universidad de California en Santa Bárbara (USCB), Estados Unidos, concuerdan con esa apreciación. Ellas hicieron parte de uno de los pocos estudios que existen para comprender cómo la menstruación modifica el cerebro. Por el momento, lo publicaron en el portal BioRxiv, que contiene artículos que aún no han pasado por el proceso de revisión por pares, pero que, según Rizor y Babenko, ya está próximo a ser publicado en una revista especializada. “A más de la mitad de la población mundial le llega la regla, y aunque se han hecho investigaciones en el pasado, seguimos sin conocer la mayoría de lo que implica menstruar”, explican.

Ellas y su equipo, conformado por otras siete científicas, buscaron 30 estudiantes de la USCB para estudiar qué sucedía en sus cerebros mientras menstruaban. “La particularidad era que ninguna de ellas podía estar bajo ningún método anticonceptivo porque ellos alteran las hormonas y el ciclo menstrual. Tampoco podían tener condiciones médicas o enfermedades.”, dice Rizor.

Luego de la selección, el monitoreo duró aproximadamente un año con chequeos mensuales. Como a todas les llegaba el periodo en fechas distintas, y también les duraba cierta cantidad de días, Babenko cuenta que el seguimiento fue casi personalizado. “Cada una nos informaba el día en que creía que su periodo iba a llegar, para que así viniera al laboratorio lo más rápido posible y comenzáramos con nuestras mediciones”, cuenta Babenko.

El equipo tomó imágenes por resonancia magnética del cerebro de las mujeres durante tres fases de su periodo: menstruación, ovulación y fase lútea. La primera ocurre con el sangrado como tal, la segunda cuando el óvulo maduro es liberado a la trompa de Falopio, y la tercera dura hasta que el sangrado regresa el siguiente mes. Según el estudio de Rizor y Babenko, una mujer experimenta 450 menstruaciones durante toda su vida.

Un rompecabezas por armar

Para Babenko, doctora en psicofisiología e investigadora en la compañía Biopac, lo que se ha investigado sobre la menstruación hasta el momento sepuede entender como “diferentes piezas que ni siquiera encajan en el mismo rompecabezas”. En su estudio señala que, mientras el cuerpo masculino ha sido objeto de análisis durante siglos, el femenino comenzó a abordarse hasta hace poco. Hubo un tiempo en el que se creía que lo que le sucedía a las mujeres durante su ciclo menstrual era “histeria” o un “útero en duelo” por no quedar en embarazo.

“Los hombres siempre han sido la ‘medición estándar’ de la biología, ¿pero dónde estamos nosotras?”, se pregunta Rizor, candidata al doctorado en neurociencias de la USCB. “La mayoría de las investigaciones han intentado encajar la biología femenina en un marco diseñado para la masculina. Las consecuencias de ese enfoque se han reflejado en diagnósticos incorrectos, prescripciones inadecuadas y ramificaciones negativas para la salud”, complementa Babenko.

Anteriormente, por ejemplo, se creía que la menstruación solo tenía efectos en regiones específicas del cerebro, como el hipotálamo -que regula, entre otras cosas, la temperatura corporal, el apetito y la saciedad y participa en la regulación de respuestas emocionales y comportamientos sociales-. Pero el estudio de Rizor y Babenko va mucho más allá: a través de las imágenes que tomaron, el equipo investigó los cambios estructurales en el cerebro que pueden provocar cuatro hormonas sexuales: las hormonas luteinizantes (LSH) -responsables de la ovulación-, y las foliculoestimulantes (FSH) -que controlan el ciclo menstrual. También están la progesterona y los estrógenos, que llevan mensajes a todos los órganos del aparato genital femenino a través de la sangre.

“El cerebro está repleto de receptores para ellas. Aunque suene a cliché, esas hormonas son determinantes para definir quiénes somos como individuos: afectan nuestro ADN, sistema nervioso, comportamiento, y estructura y funcionamiento cerebral”, dice Rizor. Estas hormonas son importantes porque si bien hay momentos en los que cambian de manera drástica, como la pubertad, el embarazo y la menopausia, su comportamiento es clave a lo largo del ciclo menstrual.

En los resultados, las autoras observaron que las hormonas foliculoestimulantes aumentaron antes de la ovulación y estuvieron relacionadas con un aumento de la materia gris en el cerebro. El estrógeno y las hormonas luteinizantes también incrementaron antes y durante esa fase, pero esta vez los cambios sustanciales se evidenciaron en la materia blanca, sugiriendo que tal vez la información podía transmitirse más rápido. La progesterona, por su parte, aumentó durante la fase lútea del periodo e influyó, según los resultados, en el volumen del líquido cefalorraquídeo.

A medida que las imágenes eran tomadas, se comparaba los resultados que cada mujer tenía de manera individual y no grupal. “Cada una fue su propio punto de medición”, dice Rizor.

El estudio fue especialmente significativo para analizar lo que pasaba con la materia blanca del cerebro. “Había muchas preguntas sin responder”, continúa Rizor, pues, según ella, ya se había hecho una serie de estudios previos que mostraban cómo ese tejido podía cambiar cuando una mujer vivía más síntomas de síndrome premenstrual. “Pero había muchos vacíos por llenar, sobre todo porque se debían hacer investigaciones con más personas”, dice.

Aunque el equipo de Rizor y Babenko logró comprobar algunos cambios en el cerebro provocados durante la menstruación, todavía no se puede asegurar con certeza que sean responsables de cambios físicos y mentales en las mujeres, como ansiedad y depresión. En eso coinciden con la investigación de Carmona. Todas afirman que es necesario hacer análisis más extensos de los resultados que ya tienen para ofrecer conclusiones más certeras en futuros artículos por publicar.

Como ellas, otras investigadoras, como Emily Jacobs de la Universidad de California de Estados Unidos, también están trabajando en otras investigaciones que les permitan tener resultados más concretos. Jacobs, por su parte, abrió incluso una iniciativa llamada Women’s Brain Health Inniciative, que está recopilando una gran base de datos con los cambios que se han registrado en el cerebro de las mujeres. “Todas las que nos dedicamos a esto vamos mucho más allá del interés profesional. Tiene que ver con algo más personal. Por ejemplo —asegura—, mi hija Alexandra, que ahora tiene ocho años, me reclama porque no la menciono en las entrevistas, cuando todo lo que sé, me lo enseñó ella”.

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